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									 Biblia de Jerusalén (1976) Biblia de Jerusalén (1976)
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									31
									 
									 
									|Hechos 9:31|
									Las Iglesias por entonces gozaban de paz en toda Judea, Galilea y Samaria; se edificaban y progresaban en el temor del Señor y estaban llenas de la consolación del Espíritu Santo.									
     
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									32
									 
									 
									|Hechos 9:32|
									Pedro, que andaba recorriendo todos los lugares, bajó también a visitar a los santos que habitaban en Lida.									
     
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									33
									 
									 
									|Hechos 9:33|
									Encontró allí a un hombre llamado Eneas, tendido en una camilla desde hacía ocho años, pues estaba paralítico.									
     
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									34
									 
									 
									|Hechos 9:34|
									Pedro le dijo: «Eneas, Jesucristo te cura; levántate y arregla tu lecho.» Y al instante se levantó.									
     
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									35
									 
									 
									|Hechos 9:35|
									Todos los habitantes de Lida y Sarón le vieron, y se convirtieron al Señor.									
     
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									36
									 
									 
									|Hechos 9:36|
									Había en Joppe una discípula llamada Tabitá, que quiere decir Dorcás. Era rica en buenas obras y en limosnas que hacía.									
     
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									37
									 
									 
									|Hechos 9:37|
									Por aquellos días enfermó y murió. La lavaron y la pusieron en la estancia superior.									
     
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									38
									 
									 
									|Hechos 9:38|
									Lida está cerca de Joppe, y los discípulos, al enterarse que Pedro estaba allí, enviaron dos hombres con este ruego: «No tardes en venir a nosotros.»									
     
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									39
									 
									 
									|Hechos 9:39|
									Pedro partió inmediatamente con ellos. Así que llegó le hicieron subir a la estancia superior y se le presentaron todas las viudas llorando y mostrando las túnicas y los mantos que Dorcás hacía mientras estuvo con ellas.									
     
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									40
									 
									 
									|Hechos 9:40|
									Pedro hizo salir a todos, se puso de rodillas y oró; después se volvió al cadáver y dijo: «Tabitá, levántate.» Ella abrió sus ojos y al ver a Pedro se incorporó.									
     
 
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