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Biblia de Jerusalén (1976)
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1
|Santiago 3:1|
No os hagáis maestros muchos de vosotros, hermanos míos, sabiendo que nosotros tendremos un juicio más severo,
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2
|Santiago 3:2|
pues todos caemos muchas veces. Si alguno no cae hablando, es un hombre perfecto, capaz de poner freno a todo su cuerpo.
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3
|Santiago 3:3|
Si ponemos a los caballos frenos en la boca para que nos obedezcan, dirigimos así todo su cuerpo.
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4
|Santiago 3:4|
Mirad también las naves: aunque sean grandes y vientos impetuosos las empujen, son dirigidas por un pequeño timón adonde la voluntad del piloto quiere.
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5
|Santiago 3:5|
Así también la lengua es un miembro pequeño y puede gloriarse de grandes cosas. Mirad qué pequeño fuego abrasa un bosque tan grande.
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6
|Santiago 3:6|
Y la lengua es fuego, es un mundo de iniquidad; la lengua, que es uno de nuestros miembros, contamina todo el cuerpo y, encendida por la gehenna, prende fuego a la rueda de la vida desde sus comienzos.
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7
|Santiago 3:7|
Toda clase de fieras, aves, reptiles y animales marinos pueden ser domados y de hecho han sido domados por el hombre;
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8
|Santiago 3:8|
en cambio ningún hombre ha podido domar la lengua; es un mal turbulento; está llena de veneno mortífero.
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9
|Santiago 3:9|
Con ella bendecimos al Señor y Padre, y con ella maldecimos a los hombres, hechos a imagen de Dios;
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10
|Santiago 3:10|
de una misma boca proceden la bendición y la maldición. Esto, hermanos míos, no debe ser así.
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Sugerencias
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