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Biblia de Jerusalén (1976)
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1
|Eclesiastés 8:1|
¿Quién como el sabio? ¿Quién otro sabe explicar una cosa? La sabiduría del hombre hace brillar su rostro, y sus facciones severas transfigura.
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2
|Eclesiastés 8:2|
Aténte al dictado del rey, y por causa del juramento divino
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3
|Eclesiastés 8:3|
no te apresures a irte de su presencia; no te mezcles en conspiración, pues todo cuanto le plazca puede hacerlo,
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4
|Eclesiastés 8:4|
ya que la palabra regia es soberana, y ¿quién va a decirle: Qué haces?
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5
|Eclesiastés 8:5|
Quien se atiene al mandamiento, no sabe de conspiraciones. Y el corazón del sabio sabe el cuándo y el cómo.
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6
|Eclesiastés 8:6|
Porque todo asunto tiene su cuándo y su cómo. Pues es grande el peligro que acecha al hombre,
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7
|Eclesiastés 8:7|
ya que éste ignora lo que está por venir, pues lo que está por venir, ¿quién va a anunciárselo?
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8
|Eclesiastés 8:8|
No es el hombre señor del viento para domeñar al viento. Tampoco hay señorío sobre el día de la muerte, ni hay evasión en la agonía, ni libra la maldad a sus autores.
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9
|Eclesiastés 8:9|
Todo esto tengo visto al aplicar mi corazón a cuanto pasa bajo el sol, cuando el hombre domina en el hombre para causarle el mal.
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10
|Eclesiastés 8:10|
Por ejemplo, he visto a gente mala llevada a la tumba. Partieron del Lugar Santo, y se dio al olvido en la ciudad que hubiesen obrado de aquel modo. ¡Otro absurdo!:
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Sugerencias
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