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Biblia de Jerusalén (1976)
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3
|Eclesiastés 12:3|
cuando tiemblen los guardas de palacio y se doblen los guerreros, se paren las moledoras, por quedar pocas, se queden a oscuras las que miran por las ventanas,
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4
|Eclesiastés 12:4|
y se cierren las puertas de la calle, ahogándose el son del molino; cundo uno se levante al canto del pájaro, y se enmudezcan todas las canciones.
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5
|Eclesiastés 12:5|
También la altura da recelo, y hay sustos en el camino, florece el almendro, está grávida la langosta, y pierde su sabor la alcaparra; y es que el hombre se va a su eterna morada, y circulan por la calle los del duelo;
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6
|Eclesiastés 12:6|
mientras no se quiebre la hebra de plata, se rompa la bolita de oro, se haga añicos el cántaro contra la fuente, se caiga la polea dentro del pozo,
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7
|Eclesiastés 12:7|
vuelva el polvo a la tierra, a lo que era, y el espíritu vuelva a Dios que es quien lo dio.
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8
|Eclesiastés 12:8|
¡Vanidad de vanidades! - dice Cohélet -: ¡todo vanidad!
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9
|Eclesiastés 12:9|
Cohélet, a más de ser un sabio, enseñó doctrina al pueblo. Ponderó e investigó, compuso muchos proverbios.
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10
|Eclesiastés 12:10|
Cohélet trabajó mucho en inventar frases felices, y escribir bien sentencias verídicas.
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11
|Eclesiastés 12:11|
Las palabras de los sabios son como aguijadas, o como estacas hincadas, puertas por un pastor para controlar el rebaño.
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12
|Eclesiastés 12:12|
Lo que de ellas se saca, hijo mío, es ilustrarse. Componer muchos libros es nunca acabar, y estudiar demasiado daña la salud.
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Sugerencias
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