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									 Biblia de Jerusalén (1976) Biblia de Jerusalén (1976)
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									3
									 
									 
									|Eclesiastés 2:3|
									Traté de regalar mi cuerpo con el vino, mientras guardaba mi corazón en la sabiduría, y entregarme a la necedad hasta ver en qué consistía la felicidad de los humanos, lo que hacen bajo el cielo durante los contados días de su vida.									
     
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									4
									 
									 
									|Eclesiastés 2:4|
									Emprendí mis grandes obras; me construí palacios, me planté viñas;									
     
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									5
									 
									 
									|Eclesiastés 2:5|
									me hice huertos y jardines, y los planté de toda clase de árboles frutales.									
     
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									6
									 
									 
									|Eclesiastés 2:6|
									Me construí albercas con aguas para regar la frondosa plantación.									
     
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									7
									 
									 
									|Eclesiastés 2:7|
									Tuve siervos y esclavas: poseí servidumbre, así como ganados, vacas y ovejas, en mayor cantidad que ninguno de mis predecesores en Jerusalén.									
     
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									8
									 
									 
									|Eclesiastés 2:8|
									Atesoré también plata y oro, tributos de reyes y de provincias. Me procuré cantores y cantoras, toda clase de lujos humanos, coperos y reposteros.									
     
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									9
									 
									 
									|Eclesiastés 2:9|
									Seguí engrandeciéndome más que cualquiera de mis predecesores en Jerusalén, y mi sabiduría se mantenía.									
     
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									10
									 
									 
									|Eclesiastés 2:10|
									De cuanto me pedían mis ojos, nada les negué ni rehusé a mi corazón ninguna alegría; toda vez que mi corazón se solazaba de todas mis fatigas, y esto me compensaba de todas mis fatigas.									
     
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									11
									 
									 
									|Eclesiastés 2:11|
									Consideré entonces todas las obras de mis manos y el fatigoso afán de mi hacer y vi que todo es vanidad y atrapar vientos, y que ningún provecho se saca bajo el sol.									
     
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									12
									 
									 
									|Eclesiastés 2:12|
									Yo me volví a considerar la sabiduría, la locura y la necedad. ¿Qué hará el hombre que suceda al rey, sino lo que ya otros hicieron?									
     
 
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